Ficha

La sombra represora de un pasado castrante es una losa muy difícil de destruir para María. También lo es para Javier. Una y otro cruzan su destino a través de una imagen que representa a la perfección su situación y sus anhelos: la imagen de una niña que juega a columpiarse con un mar embravecido a sus pies simboliza el desasosiego que agita el alma de ella y el malogrado anhelo protector de él. Por eso parece obra del destino, que ambos se encuentren frente a ese grafiti pintado cerca del bar que ambos frecuentan. Es una ocasión que podría ser la clave para entregarse la enorme cantidad de amor despreciado, no recibido por nadie y a nadie para entregar, que los dos poseen. Tal como representaban los antiguos, la ocasión se toma por los pelos o se pierde para siempre. Pero la memoria de las sombras pasadas es muy larga y poderosa. Librarse de ella y atrapar esa ocasión es una labor que requiere de grandes dosis de resiliencia, de inteligencia y fuerza emocional al alcance de muy pocas personas. Y, por si fuera poco, un adorable pretendiente y una atractiva mujer intentarán que esa ocasión despliegue sus alas para alejarse. Todo está en su contra. Todo, menos la baza ganadora, si es que la saben aprovechar, porque las dichas que se pierden son desdichas más grandes. María y Javier lo saben, y es algo que los atenaza.